REFLEXIÓN DOMINICAL DEL DOMINGO 14 DE MARZO 2021
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23

Salmo

Salmo 136, 1-2. 3. 4. 5. 6

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10

Evangelio del día

Evangelio según San Juan 3, 14-21

Reflexión.

“TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE LE ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO”
Este tiempo de Cuaresma resulta para nosotros un tiempo privilegiado para crecer en nuestra fe, centrados en la misericordia como una convicción profunda desde la cual maduramos nuestra manera de relacionarnos con Dios. Este IV Domingo de Cuaresma nos propone centrar la mirada en ese Dios que históricamente “tenía compasión de su pueblo” (2 Cro 36, 15b), y por cuya gracia “hemos sido salvados” (cf. Ef 2, 5).
El evangelio de hoy nos invita a no despegar la mirada de Jesús crucificado. La salvación nos viene por Él, y esa mirada fija en Él, puede hacernos comprender más profundamente, en qué consiste aceptar dicha salvación desde ahora.
Jesús en la cruz nos revela el profundo amor que Dios ha tenido por sus creaturas y su creación. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único”. Y ese amor incondicional, históricamente ha sido capaz de soportar todo el peso del mal de la humanidad, mismo que ha llevado a Jesús a la cruz. Mirar la cruz nos hace descubrir en Jesús en qué consiste una vida guiada por el amor, una vida realizada y entregada hasta el final, asumiendo las consecuencias de la fidelidad y entrega incondicional. Mirar la cruz nos revela la completa humanidad de Jesús que nos muestra en qué consiste el “hacernos personas” con una vida auténtica. En esa completa y auténtica humanidad, se nos revela al mismo tiempo, su completa y auténtica divinidad, pues el rostro de Dios que Jesús nos muestra es del Dios que ama incondicional y gratuitamente. Por eso, el hecho de mirar a Jesús en la cruz para penetrar en el misterio de su muerte, ya resulta para nosotros un hecho de salvación, y nos invita al asombro por ir descubriendo en qué consiste una vida plena y auténtica, en el aquí y ahora; una vida cuyo sentido único se expresa en la capacidad de amar.
El hecho de mirar a Jesús, nos mueve a mirarnos a nosotros mismos para descubrir cómo desde las historias personales llenas de heridas, de fracasos, de injusticias, de atropellos, Dios se hace presente salvando, sanando, transformando, redimiendo, reconstruyendo.
Preparémonos para celebrar con gozo y asombro las fiestas pascuales que se aproximan, recordando que sin cruz no hay resurrección.

Por P. Jorge Flores SJ

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