«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo»

Reflexión.

En este segundo domingo de cuaresma, la Palabra de Dios nos muestra de una manera breve como encontramos con Él. Así como le habló a Abraham por su nombre, nos habla también a cada uno de nosotros; pongamos atención y escucharemos su voz.
Pero ¿que implica este llamado?, Abraham subió al monte al igual que los discípulos de Jesús, todos se pusieron en camino, con lo necesario, con lo suficiente, ya que al monte es lo único que se puede llevar. El Señor nos invita a caminar la vida, desapegados de lujos, de lo material, ligeros; algunos sabemos por experiencia que subir un monte requiere esfuerzo, es cansado y que el camino no es fácil.
Estos dos primeros momentos el escuchar y atender su llamado, nos pone en el lugar correcto, nos pone en el camino que el Señor preparó para nosotros, pero lo más grandioso es que no vamos solos, Él nos acompaña. El camino de la vida requiere de esfuerzo de confianza como lo hicieron Abraham y los discípulos de Jesús, pero también requiere de esperanza, esperanza de un encuentro con nuestro Salvador, con nuestro Dios, nuestro creador.
Al final, cuando lleguemos a la cima, Dios nos habrá transformado en el camino, reconoceremos su voz y veremos la vida con una perspectiva diferente, con mayor libertad, tal y como se puede ver una ciudad desde la punta de un monte, distinta y hermosa. Les aseguro hermanos en Cristo que bajaremos de ese monte renovados, porque el encuentro con el Señor mueve, impulsa y transfigura.
Pidamos al Señor nuestro Dios que por medio de su Gracia nos permita en esta cuaresma escucharle, y que podamos ponernos en camino, con lo que somos y que esto nos renueve y transforme en verdaderos cristianos bajo un mismo amor.
Así sea.

Por Manuel Irigoyen