REFLEXIÓN LECTURAS DEL DOMINGO 13 DE DICIEMBRE 2020
Domingo tercero de adviento
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

Primera lectura
Isaías 61, 1-2a. 10-11

Salmo
Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54
Segunda lectura
1 Tesalonicenses 5, 16-24
Evangelio del día

San Juan 1, 6-8. 19-28

Reflexión.

Este tercer Domingo de Adviento, el evangelio nos invita a escuchar con profundidad: “Yo soy la voz que grita en el desierto.”
Una voz que como la de Juan el Bautista, debe escucharse con gravedad, porque a través de ella, escuchamos la voz del Señor; es la voz de Dios que quiere llegar a todos y trastocar mentes y corazones para transformarnos en un testimonio vivo de su luz.
En este tiempo de pandemia, que es tiempo de dolor y sufrimiento para muchos, ¿a qué nos invita el Señor? Él nos llama a llevar esperanza al desierto que se cruza en tiempo de prueba, y nos llama a hacernos “uno” con los hermanos migrantes, con aquellos que han perdido sus trabajos, con el pobre que no tiene techo ni comida, con el hermano que está en prisión, con el oprimido, con los enfermos y con aquellos que han perdido un ser querido, con el hermano que está aislado y deprimido. Este tiempo de pandemia también nos hace voltear la mirada hacia el personal médico que está cansado y agobiado por tan dura carga. La voz del adviento retumba en nuestro ser, al ver tanta necesidad, para que podamos salir de nosotros mismos, e ir al encuentro de nuestros hermanos; para escucharlos y encontrar juntos un camino de ayuda y consuelo.
Sin duda, así como el Bautista, debemos ir allanándole el camino al Señor, con aquellos que no le conocen, que no han experimentado su amor y ternura, con aquellos que no han experimentado la paz que da la certeza de saber que Él tiene el control de todas nuestras necesidades y temores, que Él viene con su bendita misericordia a sostenernos cuando nos caemos y nos fortalece para levantarnos de nuevo, porque su amor es perfecto.
Digámosle, mis hermanos, Sí a Jesús y seamos esa voz que grita en el desierto llevando su esperanza, su alegría su templanza y su paz. Que las lecturas y el evangelio de hoy penetren en nuestro corazón y en nuestra consciencia para lograr una mejor versión de nosotros mismos.
Que el Señor nos bendiga abundantemente en este día y nos quedemos en su presencia.

Amén.

por Rocío Amaya