Segundo Domingo de Adviento

Reflexión.

Nos acercamos a uno de los días más hermosos del año en la vida de todo católico, la Celebración de “La Navidad”. Pero estos días, más que en ninguna otra ocasión, deseamos que fuera como siempre había sido, a nuestra manera, con planes preparativos, luces, platillos, obsequios. Pero hay un gran inconveniente de sobra conocido, para que sea así, y pedimos constantemente por recuperar nuestro ritmo de vida, el que nos gusta, el que conocemos, el que nos va bien, el de las compras, los apegos, las banalidades.
No queremos darnos cuenta que el “tiempo de espera ” para ese día, es único; se trata de comprender que es ir a lo profundo del corazón y prepararlo para ir al encuentro con el Señor. Se trata de abrir caminos de esperanza, de renovar nuestros compromisos, de cuestionarnos cómo hemos de vivir la vida, pues ÉL está con nosotros a cada instante. Se trata de que nosotros seamos los que vayamos a su encuentro, aun sabiendo que es Él quien sale a encontrarnos. Se trata de esperar por Él en la reconciliación con el Padre y su Creación.
Que esta espera la vivamos de manera diferente, dispuestos a abrir caminos hacia el amor. Y ahí está nuestra nueva realidad: vivir de manera distinta a lo acostumbrado.
Que nuestro Adviento sea nuestro tiempo oportuno de vivirlo con nosotros mismos, con los demás, y que podamos dejar a un lado esos ruidos y distracciones ya conocidas para aceptar la invitación de encontrarnos con Jesús y decirle SÍ, que venga a nuestras vidas.
Que este tiempo de espera sea el regalo deseado como fresca lluvia en la aridez de los corazones, en donde el viento sofocante del desierto haya dejado algún vacío en nuestras vidas.
Pero ahí está la esperanza siempre viva, siempre presente en la Palabra del Señor, como lo hemos escuchado en el Evangelio de hoy.
Que nos invita a abrir los ojos, a allanar el camino hacia nuestro corazón. Somos invitados a estar atentos y preparados para nuestro encuentro con el Señor. No dejemos pasar esta oportunidad de revisar nuestro estilo de vida , nuestros sentimientos , nuestras emociones, nuestras necesidades, eliminemos los obstáculos en la relación con EL y con nuestros hermanos.
Que nuestra Esperanza sea una expresión de preparación para el amor, una expresión de oración, de perdón , de reconciliación y de servicio.
Que haya cabida en nuestras vidas para otros invitados a la Celebración, nuestros hermanos excluidos.
¡¡Pongamos todo nuestro Amor al prepararle a nuestro Salvador un digno lugar en nuestros corazones, familia y hogar!!

Amén.

por Mary Mendez